dc.description.abstract | Las fórmulas de abonado no son válidas universalmente, deben establecerse para cada
caso concreto; la enorme variabilidad de los factores que condicionan el abonado: necesidades
de la planta (complejo constituído porel patrón y la variedad injertada), las disponibilidades
del suelo, el estado nutricional y demás circunstancias concurrentes nos proporcionan
indicaciones muy valiosas pero de ninguna manera datos a conjugar en una fórmula que nos
proporcione una solución matemática del problema.
Por todo ello, más que dar unas fórmulas de abonado que habrían de ser enormemente
generales y por tanto de poca utilidad práctica aplicativa en casos concretos, preferimos
establecer unas normas o indicaciones en las cuales estimamos debe basarse el establecimiento
de fórmulas de abonado.
El nitrógeno debe suministrarse, por lo que a cuantía se refiere, en función de
las necesidades dela planta, ya que se trata de un elemento que por su origen es ajeno al suelo
y en nuestras tierras, bajo nuestras condiciones de cultivo, dependemos casi exclusivamente
de las aportaciones que se hagan en forma de abonos, sobre todo en cultivos intensivos
como esel de los agrios. Las necesidades de nitrógeno son función de la variedad cultivada,
edad de la planta, productividad, estado sanitario, etc. Estimamos que la cuantía de nitrógeno
a aportar anualmente al suelo oscila entre 300 y 500 kilos de nitrógeno por hectárea. El nitrógeno es aconsejable incorporarlo al terreno en dos veces, conforme ya
dijimos anteriormente. En el abonado de primavera, y siempre que la capacidad de cambio del suelo no lo impida (es decir, salvo en suelos totalmente arenosos), aconsejamos el nitrógeno
en forma amónica (es también aceptable la forma amídica con las precauciones anteriormente
indicadas); aconsejándose en este primer abonado del 50 al 70 % del nitrógeno total
anual, salvo en el caso de variedades tardías o de media temporada pendientes de recolección,
en cuyo caso estimamos que la dosis de nitrógeno debe reducirse al 10 % para evitar
embastecimiento y retrasos en la madurez. En el abonado de verano incorporar el resto de
nitrógeno; en forma de nitrato en las variedades tempranas y en forma amónica en las de
media temporada y tardías.
El abonado fosfórico, en lo que a cuantía se refiere, es función del suelo: de
su riqueza en fósforo y capacidad de fijación e inmovilización del mismo a lo largo del perfil.
La época de incorporación es, como hemos dicho, indiferente, soliéndose hacerla en el
abonado de primavera; podemos fijar la dosis media a título indicativo en 120 Kg. de P2 O5
por hectárea y año.
El abonado potásico tiene unas características intermedias entre el nitrogenado
y el fosfórico, pues si bien el suelo es el principal factor determinante de la cuantía a emplear,
no hay que olvidar que el potasio es factor de calidad del fruto. En consecuencia, fijado
mediante análisis la dotación potásica del suelo y la capacidad de cambio (lo que nos
indicará las posibilidades de fijación y subsiguiente abastecimiento a la planta) se determinará
la dosis de potasa a incorporar al suelo, la cual debe forzarse siempre que interese exaltar
la calidad o finura de la fruta. Estimamos la dosis media indicativa entre 250 y 400 kilos de
K,O por hectárea y año, la cual puede darse de una vez en el abonado de primavera o dividiéndola
entre los dos abonados.
En casos de tierras bien abastecidas de fósforo o potasio deberá prescindirse de
estos elementos en el abonado, ya que su incorporación pudiera ser inocua o incluso contraproducente,
cosa que no ocurre con el abono nitrogenado, del que nunca se debe prescindir.
Aunque, como hemos dicho, la incorporación de fósforo y potasio no hay inconveniente
en hacerla de una sola vez, convendría fraccionarla cuando la naturaleza del
suelo sea tal que sea de temer la pérdida de estos nutrientes por lixiviación; caso de suelos
arenosos, en el abonado potásico, y sin cal, en caso de que se abone con superfosfatos. | es |